jueves, 11 de julio de 2024

La Revolución Boliviana de 1952, un análisis desde Aníbal Quijano y su Colonialidad del Poder: Desemejanzas en las estructuras de poder

 Por: Eddy Reynaldo Cáceres Mamani

Sociología, Universidad Pública de El Alto

Foto: PUCP

Queridos lectores; el tema que nos proponemos explicar consta ―ante todo― de un imaginario traspuesto del pasado a nuestra actualidad. Recurrimos a un entendimiento popular respecto al “poder” que se representa, por términos coloquiales e históricos, en la codicia y las mezquindades humanas. Nótese que, por los avernos de la historia mundial, el poder habíase constado de luchas fratricidas, cuyos sucesos se resumen en asesinatos, violencias, confabulaciones y maquinaciones tan siniestras de unos para con sus adversarios; pasajes reales de la historia de la humanidad se reúnen en casos tan inverosímiles como el asesinato de Julio César a manos de Cayo Casio y Junio Bruto[1]; o la superlativa ambición de Alejandro Magno[2] que por sus pretensiones de poder y expansión supo sacrificar a sus huestes, hasta ganarse el desdén de ellas. Y nos preguntamos:

― ¿Por qué el poder corrompe a quienes lo detentan?

Consideramos que este es un cuestionamiento muy fundamentado en el subconsciente de la colectividad; siendo que muchas veces nos hemos preguntado aquello; incluso hemos visto “idas y venidas” de líderes en quienes teníamos confianza; pero que en un determinado momento se vuelcan contra el pueblo mismo, a tal punto de hacerse su “cruz”; sea dicho, también, su verdugo. Eso puede observarse y autenticarse desde una óptica filosófica, desde una proposición comunicacional y fundamentada, por lo que, para entenderla; acudimos a la teoría de la colonialidad, pero a la “Colonialidad del poder”.

La colonialidad del poder, planteada por el docto peruano Aníbal Quijano nos reconduce a pensar y repensar la política desde un plano emancipatorio y desde una visión crítica a las relaciones de poder existentes en un ámbito o plano geográfico. Pero entendamos ¿qué es la colonialidad del poder?debe ser entendida como una relación histórica de poder y dominación repetitiva y hegemónica; sujeta o imbuida de premisas que se basan en el eurocentrismo y el capitalismo; donde las mismas generan, al ser tan globales, un patrón de poder. No obstante, para comprender dicho patrón de poder debemos explicar un punto clave de las ideas de nuestro autor que, a meollo nuestro representa la génesis en la compostura de las coyunturas sociopolíticas de nuestro pasado republicano y hasta de nuestro presente político. Ciertamente nos estamos refiriendo a la Heterogeneidad Histórica de las Estructuras de Poder (HHEP).

Ahora bien, traspongamos la concepción explicitada a un plano más pragmático y usemos el contexto del Estado boliviano de 1952 y la deriva de sus influjos previos y posteriores, augurando que sutilmente pueden engranarse a lo estipulado por A. Quijano. Dentro de ese orden, coloquemos cuatro premisas que pueden ayudar a clarificar el concepto de Heterogeneidad histórico-estructural del poder. Sea entonces de la manera siguiente:

Primera premisa. - (La articulación de historias, experiencias, contextos, situaciones, desagravios, etc.) Nuestra primera premisa nos evoca a la existencia de varias historias; acudimos, por tanto, a un particularismo histórico del caso boliviano; pues recordemos que antes de la revolución de 1952 la población boliviana provenía de experiencias distintas: los campesinos y su servidumbre, sus desagravios con la expoliación de sus tierras hechas por Melgarejo y luego por T. Frías, queriendo ser revertidas bajo la insignia de Zarate Willka[3] que, como sabemos es una historia que merece un tratamiento más señero.

Si bien es cierto que los campesinos quedaban a merced de los patrones, su no consideración ciudadana, además de la existencia de pongueaje con tintes de explotación y dominación impuestas desde la colonia y la misma república hicieron que la indiada, dentro de este orden, asimilara su situación y de cuya mentalidad calada resurgiera su rebeldía que seguiría reproduciéndose en pleno siglo XX dando como término lo ocurrido en la masacre de Jesús de Machaca[4], por ejemplo.

Así pues, a diferencia de los sucesos que marcaron a los indígenas; en Bolivia también quedaban relegados, antes de 1952, los mineros y obreros que conformaron luchas por sus derechos contra la explotación de los patrones; este grupo había experimentado, también, reyertas por los salarios, fueron víctimas de masacres como la de Catavi[5]. En otras palabras, los mineros ya venían con una experiencia sindicalista más significativa a diferencia de los campesinos; ya que decididamente se apoyaron en el Trotskismo y la tesis de Pulacayo[6].

Consiguientemente, no solo las experiencias indígenas y mineras fueron las únicas; puesto que el contexto boliviano en esa época prerrevolucionaria representaba una vida en los campos muy mayoritaria respecto a la población de las ciudades, deducimos entonces que se trataba de una sociedad que se desconocía a sí misma; los mineros  con su historia y experiencias; los campesinos con su propia historia y contexto; las ciudades y los campos tenían pasajes e historias diferentes; tuvo que llegar la guerra de la Chaco para hacer que Bolivia logre entenderse como una colectividad sistémica y no tan discernida como se la veía antes del conflicto. Por supuesto, Las distintas prácticas de lides por las demandas populares con victorias y derrotas, contextos y necesidades eran sin duda aspectos que había que recogerlos y conjuntarlos.

Segunda premisa. - (La presencia de un grupo o facción que sea capaz de articular las peticiones, necesidades, experiencias e historias de la heterogeneidad) En este acápite, retomemos la pregunta que se hacía el ex presidente boliviano Carlos Mesa, a propósito de la revolución de 1952: ―¿Qué partido político sería capaz de encaramarse con la historia y conducirla?― recordemos que antes de la ebullición social de 1952; en vista de los elementos señalados “ut supra”; como los desagravios, experiencias, luchas, historias y necesidades heterogéneas que poseían los habitantes de Bolivia, podemos inferir que los mismos debían ser conjuntados; pero esa idea tardaría en consolidarse dentro de los años siguientes a la guerra; pues, tras la hecatombe anímica de la derrota del Chaco surgen los partidos políticos con más ímpetu que antes de ese conflicto; y obviamente, cada partido político iba queriendo enlazar las demandas, historias y experiencias populares como una suerte de bandera que represente a los más desposeídos; como un cemento que integre a la nueva sociedad emergida del conflicto bélico. Finalmente, es el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) que ciertamente consigue obtener la simpatía de los ex combatientes del Chaco, de los mineros y hasta de los campesinos; es decir el MNR se hizo del poder cumpliendo el segundo requisito y con ello un hombre: Víctor Paz Estenssoro y su cúpula lograron afianzarse como el partido político formalmente direccionado hacia el Nacionalismo; al que, más tarde, le vendrían numerosas desavenencias que implicarían recurrir al uso de la fuerza y coerción como veremos seguidamente.

Tercera premisa. - (Del control y coerción de la heterogeneidad) A sabiendas que el MNR logró articular a una gran mayoría boliviana desplazada históricamente de las decisiones y el rumbo de su destino; también consiguió, tras el triunfo de la revolución, la unión de las distintas demandas, logró las reivindicaciones sociales, se otorgó la tierra a los campesinos, hubo la nacionalización de las minas, una democracia más abierta y una educación más integradora. Fueron logros, sin embargo, por demás ponderables; aunque, a juicio nuestro y a manera de una paradoja o de una utopía; tales logros quizás se fueron perdiendo o envileciendo; ya que de los triunfos se derivan a las injurias, disputas y violencia. Resulta claro, por tanto, que el MNR obtuvo el poder y consiguió imponerse a los demás partidos políticos y a la heterogeneidad del pueblo que había intentado unir; empero no previó que la implicancia de tal le conduciría a la usanza de la violencia y represión.

En esa perspectiva, señalamos que, de la heterogeneidad unida; surgirían problemas y disputas, ya que para tal debía aplicarse una política de represión y fuerza para así mantener las alineadas y contener el orden de sus opositores, adversarios y de la población en general que había confiado en ese nuevo partido político; en otras palabras, para generar el control gubernamental y político; el MNR usó la fuerza y coacción tras la revolución de 1952; es el caso conocido como la creación de los campos de concentración y persecución a manera de la Gestapo[7](véase el libro, Infierno en Bolivia de Hernán Landívar) contra todos sus detractores y contra quienes no estaban de acuerdo a su régimen; a días nuestros, nos cuesta inverosímil ese tipo de arbitrariedades y además que tales acciones represivas también significaron brutalidades y escarmiento social.

Consecuentemente, el MNR; entonces, acarreando las peticiones de la población antes de 1952 logró hacerse de ella y luego se impuso; pero como señala A. Quijano la represión y la imposición de un grupo sobre el resto de la población no siempre será duradero. Y eso es lo que vemos en el punto cuarto.

Cuarta premisa. – (La no duración de un grupo o régimen en el tiempo o espacio) Que, en las esferas del poder, la posibilidad de maquinación del MNR contra sus detractores sufrió una fractura de tiempo y continuidad; pues no es posible generar una represión o régimen duradero bajo la coerción o el uso de la fuerza.

Lo mismo había sucedido en los gobiernos anteriores a la revolución de 1952, ya que sus regímenes no fueron duraderos; pues, siempre estuvo latente el aspecto dialéctico; es decir, la imposición de un régimen a otro; la imposición, aunque sin articular la heterogeneidad de un pueblo; nunca es perpetua. Lo vimos antes de las jornadas de abril de 1952; con el sexenio rosquero de la oligarquía minera; luego, en los mismos gobiernos de la revolución y en los gobiernos militares; inclusive en los días nuestros y actuales.

Ciertamente, tras el triunfo de la revolución de 1952, el MNR siguió gobernando ininterrumpidamente hasta 1964; pero surgieron otras figuras, en este caso militares; como René Barrientos cuyo carisma conjuntó nuevamente la heterogeneidad del pueblo boliviano y atrajo a quienes se habían desencantado de la revolución de abril; sin embargo, R. Barrientos se inclinó más por los campesinos que por los mineros a tal punto que intentó que ambas facciones afines al MNR se enemistaran. También, recurrió al escarmiento severo contra sus detractores, ahí el caso de la masacre de San Juan[8]; y naturalmente su sistema de índole represivo tampoco fue duradero; le siguieron otros regímenes dictatoriales militares cuya reprimenda fue traumática pero tampoco duradera, habremos de recordar las dictaduras de H. Banzer y L. García M. o los interregnos democráticos y la democracia como tal; que también se adhieren a no ser vitalicias. Esa es la historia cíclica que podemos apreciar desde la óptica de la heterogeneidad del poder y el precio que cuesta el llegar a conjuntarlas y sobre todo coaccionarlas.

Por último, menester es recurrir a manera de término a la cuestión de heterogeneidad del poder, que implica recoger peticiones y demandas populares de un pueblo, donde cada colectivo social tiene una demanda diferente, una experiencia histórica diferente, una superación, derrotas, victorias, necesidades y contextos distintos; pero que pueden ser recogidos por un líder o grupo y que las articule para entonces lograr imponerse.

Cabe resaltar que dicho grupo que se hizo del poder y se impuso ciertamente tiende a corromperse y una vez estando en el poder aplica la fuerza y represión contra quienes le contravengan; es decir, quienes alguna vez confiaron en esa facción política que supuestamente los representaba; terminaron siendo reprimidos. En contraste, esa represión jamás es duradera en el tiempo ni en el espacio. Nos lo demostró la historia; pero se puede conjeturar que la llegada de nuevos discursos y nuevos actores o gobiernos que, uniendo nuevamente la heterogeneidad de experiencias; terminarán por usar la fuerza para seguir imponiéndose, aunque ello no será duradero y se cumplirá la consigna cíclica o se repetirá la cuestión de las premisas de la mentada heterogeneidad de las estructuras del poder.

Sin duda, consustanciar la heterogeneidad bajo las premisas explicitadas es cíclica; nunca duradera; por lo que claramente las mismas pueden ser usadas trasponiéndolas a nuestra actualidad y a otros contextos; que por palabras de nuestro autor; vaticinamos al decir que las mismas llegaran a repetirse y asemejarse. Teniendo en definitiva un resultado análogo.

 



[1] Ambos personajes fueron responsables de asestarle al menos de entre 23 y 35 puñaladas según los historiadores; diremos que fue una de las muertes más horrendas de la historia. Debido al temor infundado, ciertamente acerca de César y su pensamiento de convertir a Roma en una monarquía.

[2] El gran Alejandro Magno, que por dichos de su padre que le dijo: “Hijo mío búscate un reino tan grande como tú; porque en Macedonia no cabes”; Alejandro se tomó tan a pecho ello que agotó y amotinó, en consecuencia, a sus tropas al entrar a la India tras hacerse de las conquistas por varios años. La ambición también sumió a este líder heleno a tal punto de desgastar a sus tropas fieles que por muchos años lo acompañaban.

[3] Apoderado indígena que participó en la guerra federal en apoyo al coronel J. Manuel Pando S.

[4] Acaecida el 12 marzo de 1921

[5] Suscitada el 21 de diciembre de 1942.

[6] Tesis minera redactada en 1946.

[7] Grupo partidario de la Alemania nazi encargado de las represiones, a manera de una policía política en similar a la NKVD en la ex URSS.

[8] Suscitada en la madrugada del 24 de junio de 1967 en la población de Llallagua.


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